13 sept 2011

Martes y trece, de septiembre

Se levantó temprano, como todos los días. Hizo las mismas cosas que a diario y con la misma desgana. Lo que realmente le fastidiaba era que ese día debía ser especial y no había podido aplazarlo. Cuando abrió su computadora se dio cuenta de que realmente tenía las mismas razones para sonreír que para dejar de hacerlo. Su muro estaba lleno de pintadas, su nevera llena, su celular tenía varios avisos y el día estaba soleado y tranquilo.

Aún así, se preguntaba donde irían a parar los sueños vencidos, los años vividos y los proyectos inacabados. Se preguntaba cuándo comenzaría la nueva etapa que esperaba impaciente, sin saber, que esa etapa ya había comenzado, solo que él, aún no se había dado cuenta.

Era martes y trece, de septiembre. Y ese mismo día, hacía 30 años, su madre se había sentido la más feliz del mundo cuando dio a luz al mediano de sus tres hijos.

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